La comunidad

Una de las principales dudas que me corroen a la hora de pensar en proyectos que puedan surtirme de dinero infinito, es el papel que le daría a mi comunidad de clientes. Hoy en día no concibo ningún proyecto o idea de negocio (B2C)  en el que la masa de usuarios que pueblan la red, las redes sociales... no tengan su papel claramente asignado. Ya lo sé. No soy ningún visionario. Pero sin duda es un aspecto del proyecto que en un momento dado hay que afrontar seriamente.

¿Queremos que nuestros clientes compren nuestras camisetas? ¿Queremos que además comenten sobre ellas y compartan nuestros dieseños? o ¿Queremos que diseñen las camisetas que luego ellos mismos van a comprar? Hace unos años podría sonar extraño, pero para quién no conozca el modelo, os dejo la web de una empresa bastante conocida (Threadless) , basada en este modelo. Y la cosa no les va nada mal. 

Un modelo basado en una gran participación del usuario tiene enormes ventajas. Por una parte, es el propio cliente el que está creando contenido para la marca. El usuario forma parte del proyecto o por lo menos así lo percibe. Colabora como si de su proyecto se tratara. Por no hablar de la viralidad del proyecto en términos de promoción.

Contras. Cierta pérdida de control sobre el proyecto. El bicho recibe comida de muchas fuentes y el trabajo de moderación se torna vital. Por ejemplo, en el caso de Threadless, las aportaciones de los usuarios están totalmente reguladas y es la propia comunidad la que decide si un diseño de camiseta sigue adelante o no. Lo que está claro es que el proyecto ya no es nuestro. Es de todos. Con sus ventajas y sus inconvenientes.

En el contexto actual, es imposible que la comunidad no hable de nosotros (cosa que por cierto produce pánico a las grandes empresas). Por ello, considero vital involucrar activamente a nuestros futuros clientes desde un inicio. Comienza la partida de ajedrez y es mejor jugar con blancas. Con la ventaja de mover primero.